Quiero explicar con claridad por qué no acompañé la continuidad del oficialismo en la Presidencia del Concejo Deliberante.
Mi decisión respondió a principios: a la república, a las reglas del sistema democrático y a los vecinos, que son y siempre serán mis únicos jefes.

En Argentina, la regla es simple y sostenida a lo largo del tiempo: la Presidencia del cuerpo legislativo corresponde a la fuerza que gana la elección, aun cuando quede en minoría. Así sucede en el Congreso Nacional, en la Legislatura provincial y en todos los concejos deliberantes del país. Así ocurrió con Martín Menem en 2023 y así ocurrió también en Zárate.

Esa regla no se negocia. No se acomoda según la conveniencia del día. Se respeta.

Durante dos años, el oficialismo local hizo exactamente lo contrario.
Manejaron el Concejo con una mayoría automática que fue usada para cerrar el control, bloquear pedidos de informes y evitar cualquier mecanismo de transparencia. Esa mayoría fue un blindaje, no una herramienta democrática.

Los hechos son concretos:
No respondieron un solo pedido de informes en dos años.
No habilitaron acceso pleno al RAFAM, una herramienta central para el control financiero del municipio entre otras cosas.
Y lo más llamativo: el actual intendente exigía ese acceso cuando era concejal opositor. Hoy, desde el Ejecutivo, parece haber olvidado completamente aquello que reclamaba con firmeza. Cambiar de lado del mostrador no debería ser una invitación a la amnesia.

A esto se suman contradicciones evidentes. Durante dos años jamás cuestionaron las licencias legislativas. Sin embargo, cuando les sirvió políticamente, ese tema se volvió su argumento central. Lo que no era problema antes, mágicamente pasó a serlo ahora.
Eso no es conducción institucional: es oportunismo.
Y las instituciones no sobreviven al oportunismo.

Y sobre la coherencia, quiero ser absolutamente claro.
Todos lo saben aunque hoy prefieren el olvido, cuando los 9 concejales del actual intendente, incluido él mismo, votaron en 2022 a un presidente del PJ, un bloque que tenía apenas 3 concejales.

En ese momento, mi posición fue exactamente la misma que sostengo hoy:
la Presidencia le correspondía al espacio que ganó la elección.
Pero ellos no se animaron a asumir esa responsabilidad y prefirieron entregarle la conducción del Concejo al PJ.
Esa es la verdad histórica.
Memoria siempre.
Pero nunca memoria selectiva.

Antes de votar, escuché a todos: candidatos, dirigentes y, sobre todo, vecinos. Y entendí algo fundamental:
mis explicaciones no se las debo a la política ni a ningún dirigente; se las debo a los vecinos.

En política se dice que todos tienen un jefe.
Y muchos lo tienen.
Mi único jefe es el vecino. Puede molestar, puede incomodar, pero es lo que me da independencia.

Mi voto no fue contra una persona. Fue contra un modelo que debilitó al Concejo durante dos años:
sin control, sin transparencia, sin acceso a información, sin respeto por la minoría y con reglas cambiantes según la necesidad del momento.
Eso no es república. Eso no es institucionalidad.
Y no es lo que Zárate merece.

Hoy, como corresponde, la Presidencia está en manos de quienes ganaron la elección. Y con eso llega una responsabilidad enorme: reconstruir el Concejo Deliberante, ordenar la institución y devolverle el funcionamiento que los vecinos merecen.
Se acabaron las excusas.
Se terminó culpar a la minoría.
Es hora de hacerse cargo.

Mi postura es firme:
si las cosas se hacen bien, voy a acompañar; si se vuelve al abuso institucional, lo voy a marcar con más fuerza que nunca.

Mi voto no fue rebeldía. Fue coherencia.
No voté para sostener el pasado. Voté para ponerle fin a dos años de abuso institucional.
Y lo hice con la tranquilidad de quien no le debe nada al poder político: sólo a los vecinos.