EDITORIAL: DELTACOM 

En el fragor postelectoral de las legislativas bonaerenses del 7 de septiembre, donde el oficialismo violeta de La Libertad Avanza (LLA) no pudo alcanzar el éxito en la Provincia de Buenos Aires, el intendente de Zárate, Marcelo Matzkin, ha salido a endosar culpas ajenas. Según sus declaraciones en referencia a los resultados en nuestra ciudad, si los libertarios no hubieran “dividido” sus votos —y en particular, si el candidato Marcelo Gómez no hubiera presentado una boleta del mismo color violeta—, LLA habría triunfado en las urnas. Es una narrativa cómoda para quien busca desviar la atención de su propia gestión, pero los números fríos de las elecciones 2025 desmontan esta tesis con claridad meridiana. No, intendente: la derrota no se explica por una supuesta fragmentación interna, sino por el rechazo mayoritario a un modelo que, en el plano local (y en el nacional), ha mostrado grietas profundas.

Recordemos el contexto de Zárate, un municipio industrial clave en la Segunda Sección Electoral. En las elecciones municipales de 2023, Matzkin (entonces por Juntos por el Cambio) se impuso con el 42% de los votos, superando por poco a la oficialista Agustina Propato (39,71%) y dejando a Marcelo Gómez, de LLA, en un distante tercer lugar con el 15,92%. Aquella contienda fue un triunfo ajustado para el ex radical, que capitalizó el descontento con el peronismo kirchnerista. Sin embargo, las legislativas de 2025, que renovaron concejales y legisladores provinciales, pintaron un panorama bien distinto: Fuerza Patria (el frente peronista) arrasó con el 39,83% en Zárate, mientras que LLA, con Matzkin ahora alineado a la boleta violeta, apenas alcanzó el 29,34%. El resto se repartió entre fuerzas opositoras diversas, pero el mensaje fue inequívoco: el violeta no movilizó como se esperaba. Por eso, el clamor popular asegura que “Zárate no vota violeta”, en referencia al Club Atletico Defensores Unidos que abraza a la ciudad de color celeste.

La explicación de Matzkin apunta a la “división” libertaria como culpable. Gómez, un histórico de LLA en Zárate que ya había competido en 2023, reapareció en 2025 con una boleta independiente pero del mismo color violeta, lo que —según el intendente— confundió al electorado y fragmentó el voto libertario. En teoría, suena plausible: el violeta es la marca de LLA a nivel nacional, y una boleta similar podría haber restado votos al oficialismo local. Pero los datos agregados de la Provincia desarman esta coartada. En Buenos Aires, Fuerza Patria obtuvo el 47,28% de los sufragios con el 98,96% de las mesas escrutadas, dejando a LLA en un segundo lugar con el 33,71%. Incluso si hipotéticamente se sumaran todos los votos de las listas libertarias disidentes —como el Partido Libertario o agrupaciones afines, que en total no superaron el 5-7% provincial—, el total violeta apenas rozaría el 40%, aún por debajo del peronismo.

El punto clave es este: las fuerzas opositoras a la línea violeta —es decir, el peronismo de Fuerza Patria y sus aliados, junto con remanentes de la izquierda y centroizquierda— siguen superando en número abrumador a los libertarios. No se trata de una división interna que “robara” la victoria, sino de un electorado que, en la Provincia, priorizó la continuidad peronista sobre el ajuste mileísta. En secciones como la Segunda (donde encaja Zárate), el peronismo se impuso en la mayoría de los distritos, incluyendo Baradero, Pergamino y Salto, mientras que LLA solo dominó en pockets como Rojas o San Pedro. Si Matzkin cree que unir a los libertarios habría cambiado el resultado, ignora que el problema radica en la base: LLA no creció lo suficiente para absorber el voto antiperonista disperso, y el violeta, lejos de unificar, generó rechazo en un territorio donde la gestión nacional de Milei —con su énfasis en el desmantelamiento del Estado— choca con las necesidades locales de industria y empleo.

Pero vayamos al fondo del asunto. Aunque el intendente intente desviar las responsabilidades electorales hacia “traidores” libertarios o boletas confusas, la única responsable de este tropiezo es su propia falta de gestión y su incapacidad para gobernar. Matzkin, que asumió en diciembre de 2023 prometiendo eficiencia y alineación con el gobierno nacional, ha visto cómo Zárate —un polo petroquímico vital para la economía bonaerense— sufre los embates de la recesión. La inflación galopante, el cierre de fábricas y el aumento del desempleo han erosionado la confianza en su administración. En lugar de blindar el empleo local o invertir en infraestructura, su alineación ciega con LLA priorizó la lealtad a Ranzini por sobre las demandas concretas de los zarateños y zarateñas. Las elecciones 2025 no fueron un referéndum sobre divisiones partidarias, sino sobre resultados tangibles: ¿mejoraron los servicios públicos? ¿Se dio respuesta a la inseguridad? ¿Se mejoró la ciudad en algo? La respuesta es no, y el electorado lo castigó con su voto.

Para el peronismo ”La Patria es el otro” y para el intendente “La culpa es del otro”: culpar a Gómez o a los “libertarios divididos” es un ejercicio de escapismo. Los números muestran que las fuerzas antivioleta mantienen una supremacía numérica que LLA no supo contrarrestar. Y en Zárate, el fracaso es estrictamente local: una gestión que prioriza el color sobre las personas. Si quiere revertir la tendencia, tal vez sea hora de mirar para adentro, en vez de echar culpas afuera. La política, al final, se gana con resultados, no con excusas violetas.