Días pasados vecinos del barrio El Golfito de Zárate fueron desalojados y denunciaron que sufrieron la demolición de su vivienda. Sin embargo en una reciente conferencia de prensa el intendente Marcelo Matzkin deslizó que no se produjo un desalojo de viviendas sino de “construcciones que no tenían techo” por orden del Juzgado de Faltas y que la Municipalidad no tiene nada que ver.

COMUNICADO COMPLETO: 

Frente a las declaraciones falsas del Intendente: la voz del barrio El Golfito

Somos vecinos y vecinas del barrio El Golfito de Zárate, un asentamiento de familias
trabajadoras ubicado a la altura del km 84,5 de la Ruta 6, lindero al club de golf de la
ciudad. Queremos aclarar nuestra situación luego de escuchar las recientes
declaraciones del Intendente Marcelo Matzkin en conferencia de prensa. Hablamos en
primera persona, porque somos nosotros, el barrio, quienes vivimos esta realidad y hoy
necesitamos que la comunidad conozca la verdad, empatice con nuestra lucha y nos
acompañe ante tanta injusticia.

Las mentiras del Intendente vs. la realidad de El Golfito

El Intendente Matzkin dio una versión de los hechos que dista mucho de lo que realmente
sucedió en nuestro barrio. A continuación, refutamos sus dichos principales, porque no
podemos permitir que la desinformación siga lastimándonos:

  1. “Solo demolimos construcciones sin techo.” – FALSO. De las seis viviendas
    demolidas, solo una estaba en obra sin techo. Las otras cinco eran casas de
    material con techo, paredes, terminaciones y hasta piletas, construidas con
    esfuerzo por nuestras familias. Varias ya estaban habitadas y otras a punto de
    serlo. Ninguna era un “emprendimiento comercial” ni una construcción
    abandonada. El municipio eligió derribarlas en horario laboral, cuando muchas
    familias no se encontraban en el domicilio, lo que facilitó la demolición sin
    resistencia y dejó a trabajadores y trabajadoras sin la posibilidad de defender su
    casa.

  2. “No sabíamos si eran casas, comercios o qué.” – FALSO. En El Golfito no había
    comercios, galpones ni estructuras dudosas. Solo había viviendas familiares y
    una pequeña cancha de fútbol barrial que usan nuestros niños y jóvenes para
    esparcimiento, y dónde también funciona un merendero. Pretender que “no se
    sabía qué había” es una mentira absurda y agraviante. Claro que eran casas –
    nuestras casas – y la Municipalidad lo sabía perfectamente. Hemos recibido visitas
    de funcionarios en el pasado, hemos tocado las puertas del Municipio y del
    Concejo Deliberante para pedir servicios y reconocimiento. Nuestra presencia
    nunca fue un misterio. Si hoy las autoridades “no saben” lo que destruyeron, es
    porque jamás se acercaron a ver cómo vivimos los vecinos, o peor, porque
    intentan invisibilizarnos deliberadamente.

  3. “El Juzgado de Faltas los intimó, los citó, dictó sentencia y quedó firme.” –
    FALSO. La única notificación que algunos vecinos recibimos fue un acta
    administrativa del Municipio, no una sentencia judicial. Muchos otros jamás fueron notificados, y aun así en sus expedientes figura falsamente que “se negaron a firmar”. Incluso se pegaron actas en postes de luz, dirigidas a nadie, lo que evidencia la irregularidad del procedimiento. Quienes logramos presentarnos al Juzgado de Faltas nos encontramos con un obstáculo imposible: se nos exigió presentar planos de las viviendas, aun sabiendo que somos un barrio popular no reconocido, en terrenos que no han sido subdivididos formalmente y que carecen de documentación catastral individual. En otras palabras, nos pidieron un requisito imposible de cumplir, dejándonos sin herramientas reales para defender nuestras casas.

Resulta llamativo que, mientras a nuestro barrio popular se nos exige presentar planos
aprobados y escrituras individuales —requisitos imposibles de cumplir en terrenos no
subdivididos y sin catastro propio— y se amenaza con demoler nuestras viviendas, el
barrio cerrado “Estancia Smithfield”, ubicado justo enfrente y donde vive el propio
intendente, tampoco podría exhibir esos mismos papeles, y sin embargo sigue
avanzando sin que se tire una sola construcción ni exista persecución alguna.
La diferencia es evidente: al country se lo protege, a los vecinos humildes se nos persigue.
Para colmo, del lado del country hay luz sobre la ruta; del nuestro, nada. Esta desigualdad
refleja de manera brutal la brecha social que vivimos día a día: mientras unos disfrutan de
todos los servicios y de la vista gorda del poder político, a nosotros se nos criminaliza por
intentar tener un techo digno para nuestras familias.

Un barrio popular con años de lucha y trabajo digno

El Golfito no nació ayer. Somos un barrio popular que venimos peleándola desde hace
más de 7 años para ser reconocidos como tal – organizándonos, construyendo
comunidad y exigiendo nuestros derechos básicos. Más de varias decenas de familias
viven aquí, muchas con niñas, niños y personas mayores a cargo. Llevamos más de una
década habitando este predio y nunca estuvimos quietos esperando dádivas:
levantamos nuestras casas ladrillo a ladrillo, con el sudor de cada jornal, poniendo
nuestros ahorros y sueños en estas tierras.

Lejos de ser “usurpadores” criminales, somos trabajadores precarizados,
desempleados, empleadas domésticas, trabajadores de la fuerza policial, amas de
casa, obreros, administrativos, panaderos, vendedores ambulantes – familias
zarateñas que no teníamos otra alternativa habitacional en una ciudad donde el acceso al
suelo urbano es un privilegio de pocos. Negamos rotundamente haber “usurpado”
terrenos ajenos: este asentamiento se formó por necesidad y con la esperanza de
regularizarse. De hecho, vecinos del barrio han podido iniciar el trámite del Certificado de
Vivienda Familiar en ANSES en febrero de este año, lo que indica que nuestro barrio fue
relevado dentro del Registro Nacional de Barrios Populares (ReNaBaP). Actualmente,
las solicitudes están en análisis por parte del organismo, por lo que esperamos la
confirmación oficial de inscripción y la posibilidad de avanzar hacia una futura integración
urbana. A lo largo de estos años también presentamos denuncias y pedidos formales ante el Honorable Concejo Deliberante de Zárate para que se nos reconozca como
barrio y se urbanice la zona. Las anteriores gestiones municipales habían empezado a
escuchar nuestro reclamo y dar pasos hacia nuestro reconocimiento, incluso vecinos de
El Golfito fueron a votar este domingo con domicilio en el barrio, lo que refleja el
reconocimiento institucional que ya habíamos alcanzado.

Esta gestión, en cambio, no solo nos dio la espalda, sino que está haciendo
retroceder todo lo avanzado, llegando al extremo de intentar borrarnos del mapa con
topadoras.

El violento desalojo que lo cambió todo

La mañana del viernes 5 de septiembre, a las 8:00, personal municipal, acompañado por
patrulleros policiales y topadoras, entró a nuestro barrio sin previo aviso, sin identificarse
y sin presentar una orden judicial. Lo que siguió fue un operativo brutal: seis familias
tuvimos que ver cómo en minutos redujeron a escombros años de trabajo, nuestros
hogares, nuestras pertenencias y nuestros recuerdos.

Muchas familias no estaban en sus domicilios porque era horario laboral, lo que facilitó
que las topadoras avanzaran sin resistencia inmediata.

Las seis casas demolidas estaban construidas en material, algunas ya con techo y
estaban habitadas o próximas de serlo. De hecho, a uno de nuestros vecinos que sufrió la
demolición de su casa, ayer le llegó la factura de luz del domicilio (demolido) para abonar.

El accionar puso en riesgo directo la vida de vecinos y vecinas. Una topadora comenzó a
demoler el paredón de la casa de nuestra vecina Mónica mientras ella estaba delante; la
máquina comenzó a trabajar pasando literalmente por encima de su cabeza, hasta que la
policía la retiró a la fuerza. La vecina sufrió una descompensación y tuvo que ser asistida
por personal de la ambulancia. Otro vecino, Ricardo, estaba adentro de su vivienda
cuando las topadoras avanzaron sobre ella: personal policial y municipal entró sin
autorización para “verificar” si realmente vivía allí, y solo después de confirmarlo cesaron
el intento de demolición y procedieron con la vivienda contigua.

Los impactos también golpearon a nuestros niños y niñas. Un chico de seis años con
diagnóstico de autismo sufrió una crisis nerviosa por el estruendo de las máquinas, sin
contar con la medicación que necesitaba para ser contenido en ese momento.

La violencia policial incluyó amenazas de muerte contra quienes protestábamos
pacíficamente —llegaron a decir que nos dispararían en la cabeza— y otras agresiones
contra mujeres del barrio.

El operativo se justificó verbalmente diciendo que actuaban “por orden de un juez de
faltas”, pero ni se exhibió documentación ni corresponde que esa figura ordene una demolición. Tanto la Defensoría del Pueblo como autoridades judiciales confirmaron
después que el procedimiento fue ilegal.

Desde entonces vivimos con la amenaza permanente de que regresen a “volar todo el
barrio”, como nos amenazaron que harían. Sin embargo, seguimos organizados:
presentamos denuncias formales, acudimos al Concejo Deliberante y reclamamos lo que
nos corresponde por derecho. Somos 60 familias trabajadoras que habitamos el km 84,5
de la Ruta 6, Zárate, y exigimos que se respete nuestra dignidad, nuestra seguridad y
nuestro derecho a la vivienda.

Llamado a la comunidad: solidaridad ante la injusticia

Este ha sido un golpe muy duro para nuestra comunidad. Pero a pesar del dolor, no
bajamos los brazos. Seguimos aquí, organizados en asamblea, reuniéndonos con barrios
vecinos y tocando puertas de organizaciones sociales y de derechos humanos. Queremos
reconstruir nuestra vida y que se haga justicia. No pedimos privilegios, pedimos lo
básico: un lugar donde vivir dignamente y ser tratados con el respeto que cualquier
ciudadano merece.

Hacemos un fuerte llamado a la solidaridad de la comunidad de Zárate y de todo aquel
que escuche o lea esta nota. Les pedimos que difundan lo que pasó. Somos sus
vecinos; podríamos ser sus familiares, sus amigos, sus compañeros de trabajo. Hoy
somos nosotros las víctimas de este atropello, mañana podría ser otro barrio popular
si permitimos que la mentira y la violencia estatal se impongan sobre los derechos de los
más humildes. Que se sepa que aquí había familias trabajadoras con sueños legítimos,
no delincuentes.

Por eso, instamos a los medios de comunicación, a las organizaciones civiles, a las
iglesias y a todas las instituciones solidarias a que vengan a El Golfito, hablen con
nosotros y vean con sus propios ojos lo que quedó de nuestras casas. Pedimos a las
autoridades municipales que cesen las mentiras y nos reciban con soluciones reales
y humanidad. Y apelamos al Gobierno Provincial y Nacional para que intervengan: nuestro
barrio estaba inscripto en programas de integración urbana, no pueden simplemente
demolerlo y dejarnos en la calle como si no existiéramos.

A nuestros vecinos zarateños, gracias por el apoyo que muchos ya nos dieron en las
redes y en la calle. Les pedimos que sigan junto a nosotros. La unión y la empatía de la
comunidad son nuestra mayor fortaleza en este momento. No buscamos confrontación
violenta, pero sí buscamos verdad, reparación y justicia. Vamos a luchar por la
reconstrucción de nuestras viviendas y por el reconocimiento oficial de El Golfito
como barrio, cueste lo que cueste, porque sabemos que es la lucha por el futuro de
nuestras familias.

La única batalla que se pierde es la que se abandona, y nosotros no pensamos
abandonar.

Vecinas y vecinos del Barrio El Golfito, Zárate.