Por Lic. Nicolás Milanesi-Sociólogo

Japón se sobrepuso a los bombardeos nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945, resurgiendo como un ave fénix desde ciudades hechas cenizas. Hoy es la cuarta economía mundial.

Alemania se recuperó de las derrotas en la Primera y Segunda Guerras Mundiales, siendo hoy la tercera economía más grande del mundo.

El economista Demian Reidel, jefe de los asesores del presidente Milei, recientemente dijo en un foro de inversores que “el problema de Argentina es que está poblada de argentinos”. Con esta explicación pretendía matizar las ventajas que tiene el país, como ser: las amplias extensiones de tierras, los accesos al agua y a la energía, las ventajas climáticas y los recursos para acompañar el deseado desarrollo tecnológico. La ausencia de conflictos armados, tsunamis y terremotos. Características que harían de nuestro país un lugar único en el mundo. Entonces, ¿qué le pasó a Argentina?, ¿por qué Argentina está tan mal si acá no hubo ninguna guerra?.

En estas latitudes no recibimos bombardeo atómico ni fuimos territorio de batalla de ninguna Guerra Mundial… pero, fuimos el primer país en el que el ejército bombardeó a su propia población civil, en Plaza de Mayo en 1955. Unos meses después una dictadura cívico-militar derrocó al Gobierno de Juan Domingo Perón.

Tuvimos también, un poco más adelante, un Estado Terrorista, en una de las dictaduras más sangrientas de Latinoamérica; esto es, entre 1976 y 1983. Con un saldo de 30.000 desaparecidos.

La curva del índice de pobreza marcó una inflexión después de este hito qué se encargó de disciplinar la sociedad civil para poder desindustrializar el país. Pasando de un 5.7% de pobreza promedio en la década de 1970 a no bajar del 25% en todo el período democrático posterior hasta la actualidad, llegando a alcanzar picos de alrededor del 60% en más de una ocasión.

¿Qué tienen en común el bombardeo del ´55 contra la población civil y el terrorismo de estado del ´76? Ambos hechos forman parte de procesos que pretenden romper la solidaridad, destruir, desgarrar el tejido social.

La industria liga el tejido social, lo fortalece. Mientras que un país desindustrializado presenta una sociedad fragmentada que poco a poco va recreando el estado de naturaleza hobbesiano del “todos contra todos” con el yeite del “sálvese quien pueda”, dejando ganadores y perdedores en cada nivel social (vencedores-vencidos). Donde los ganadores establecen cierres sociales para excluir a los perdedores y los perdedores trazan estrategias de usurpación para acceder a los privilegios de los ganadores, utilizando, algunos de ellos muchas veces la violencia. Lo cual retroalimenta la desintegración y degradación social: así, día tras día la inseguridad no es un sentimiento, es un hecho social.

Las crisis económicas recurrentes son un factor explicativo de la decadencia de nuestro país. Argentina es el país que mayor cantidad de crisis económicas sufrió en la historia reciente.

En ese contexto, tuvimos 23 acuerdos con el Fondo Monetario Internacional. Somos el principal deudor del FMI, concentrando alrededor del 30% del dinero que dicha entidad presta al mundo. El segundo en la lista es Ucrania que ¡está en guerra! ¿Por qué tomamos tanta deuda? Es que la industria fue dejada de lado por el proyecto de valorización financiera, especulación y fuga de capitales iniciado en los ’70 por la dictadura. Y frente a un modelo primarizado que exporta commodities sin valor agregado, el ingreso de divisas no alcanza para que cierren los números con la gente adentro: sobra población para el modelo de acumulación vigente.

¿Esperamos un “milagro económico” argentino? Generalmente tenemos gobiernos populares que promocionan el mercado interno a través de mecanismos de transferencia de recursos desde las exportaciones del sector primario y gobiernos liberales que consideran inviables a dichos sectores mercado-internistas e improductivos pero se vuelcan a la valorización financiera. Así, oscila el péndulo entre crisis y crisis. Entre desequilibrio fiscal y ajuste para corregirlo y lograr “ordenar la macro”. Entre promesas de igualdad por sobre la libertad y promesas de libertad por sobre la igualdad. Así, el péndulo se va desgastando. Y entretanto se instala el “siempre fue así”, el “es el país” y el que “el problema de Argentina es que está poblada de argentinos”.